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lunes, 13 de febrero de 2012

Ray Bradbury




Cuando se habla de historias interplanetarias -de las que particularmente no soy afecto-, se suele abusar de los habituales recursos del género, tales como: distancias entre mundos, naves espaciales, descripciones tecnológicas, batallas eternas; nada de eso sucede aquí. Estas Crónicas marcianas, magistralmente contadas en veinticuatro capítulos cortos, narran el vínculo moral y psicológico entre humanos y extraterrestres.
La historia se sitúa en Marte. El hombre ha destruido la Tierra y se lanza al planeta rojo como única posibilidad de salvación. Lo colonizan, lo urbanizan, lo modifican, lo aman y lo odian. La novela no tiene personajes principales, tal vez porque todos lo son. Las relaciones vinculantes funcionan como un sistema solar, donde los distintos personajes -humanos y marcianos-, giran alrededor de un sol que encarna el desasociego que une todas las historias.
En una mirada taxativa, Bradbury intuye -y reflexiona- sin piedad que todo lo que toca el hombre -en pos de su individualismo-, lo destruye. Todas las historias del libro son increíblemente hermosas y originales y pueden bien ser una novela en sí; ninguna necesita de otra para saberse legible y atrapante.
Me detengo en un capítulo particular, el número seis, llamado La tercera expedición. Narra la llegada humana al planeta, donde incomprensiblemente hallan en suelo marciano una réplica exacta de una ciudad de EEUU; como lectores, le creemos. Lejos de ser verosímil, los tripulantes se aprestan a bajar con un escepticismo que acaba ni bien ven salir, de las puertas de cada casa, a sus familiares que ya han muerto en la tierra. El agravio espiritual que conlleva la sorpresa es de una alta opresión.
Cito un breve párrafo del mismo: "...y supongamos que esa pareja que duerme en la habitación contigua no sea mi padre y mi madre, sino dos marcianos increíblemente hábiles y capaces de mantenerme todo el tiempo en un sueño hipnótico... En algún momento de esta noche, quizás, mi hermano, que está en esta cama, cambiará de forma, se fundirá y se transformará en otra cosa, en una cosa terrible, un marciano. Sería tan fácil para él volverse en la cama y clavarme un cuchillo en el corazón... Y en todas esas casas, a lo largo de la calle, una docena de otros hermanos o padres fundiéndose de pronto y sacando cuchillos, se abalanzarán sobre los confiados y dormidos terrestres.
Le temblaban las manos bajo las mantas. Tenía el cuerpo helado. De pronto la teoría no fue una teoría. De pronto tuvo mucho miedo".

Leer a Bradbury, en estas Crónicas... es una de las mejores experiencias que dio la ciencia ficción.







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