
Roland Topor ha logrado con El quimérico inquilino, una rareza literaria difícil de ponderar: surrealismo, notas oníricas y costumbrismo, dentro de una historia que raya la extrema simpleza.
Un departamento recientemente rentado, una inquilina que acaba de suicidarse en él y un grupo de vecinos que -como en una pesadilla interminable-, comienzan a mezclarse impunemente en la vida privada del protagonista. Intromisiones, peleas, visitas grotescas, movimientos nocturnos, robos y accidentes se suceden en una espiral demencial, que llevarán su cordura a oscuros límites. Mediante un relato escatológico, teñido de terror cotidiano, Topor sugiere que -tal vez-, estamos viviendo una vida que no nos pertenece.
Según el texto: "La niña enferma miraba intensamente a Trelkovsky (...) ¡Lo he hecho en la escalera! Se rió a carcajadas. Sí, he hecho caca por toda la escalera (...) En todos los pisos. La culpa es suya, después de todo: no deberían haberme producido el cólico. Pero no lo he hecho delante de su casa -añadió-, no quisiera causarle molestias".
Como si fuera poco, Topor también era actor y dibujante -como Kubin y Schulz-, dos de los mejores escritores polacos de todos los tiempos. Incluyo algunas de sus obras, tan apreciables y perturbadores como sus relatos.
Magnífica novela y magnífica También la película de Roman Polanski basada en ella.
ResponderEliminarUn abrazo
Hansel